
- Estoy harta de sus chistes estúpidos sobre rubias. ¡Imbécil! ¿Cómo se atreve a creer semejante estereotipo sobre las mujeres? ¿Qué relación puede tener el color del pelo de una persona con su personalidad y su alma? ¡Por culpa de gente como usted, hay mujeres como yo, que no son respetadas ni en la vida ni en el trabajo! Por su culpa y sus prejuicios la gente sigue propagando esta leyenda. Es usted un patético retrasado, y lo que hace no es solamente contrario a la ley sobre la discriminación de todo país, sino también muy ofensivo para toda persona sensible. ¡Le tendría que dar mucha vergüenza!
El ventrílocuo, muy avergonzado, empieza a tartamudear unas disculpas cuando la rubia lo interrumpe:
- ¡Usted no se meta! ¡Estoy hablando con el enano ese que está sentado en sus rodillas!
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