En un autobús repleto de ancianos, en una gira especial a Lourdes para gente de tercera edad, una viejita le toca el hombro al chófer y le brinda un buen puñado de cacahuetes sin cáscara. El chófer, sorprendido, le da las gracias y se los come con agrado.
Cinco minutos después, la abuelita repite, el chofer vuelve a agradecerle el gesto y se come sus cacahuetes.
Cinco minutos mas tarde, viene con otro puñado.
Al cabo de unos diez puñados, el chofer ya no puede y le pregunta:
- Dígame, señora, es muy gentil de su parte atiborrarme de cacahuetes, ¿pero usted no cree que, a lo mejor, sus cuarenta amigos y amigas querrían también un poco?
- ¡No joven, nosotros no tenemos dientes para masticarlos, y solo chupamos el chocolate que recubre los Conguitos!!!

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