En medio de la noche suena el teléfono...
- ¿Está el señor Carlos? Soy Arnaldo, el casero de la mansión de familia.
- Sí, Arnaldo. ¿Algún problema?
- Bueno, sólo llamaba para decirle que ha muerto su papagayo.
- ¿El papagayo? ¿Muerto? ¿Ése que había ganado un concurso?
- Sí, ése mismo.
- Qué desgracia! Me había gastado una pequeña fortuna en ese animal. ¿Y de qué murió?
- De comer carne en mal estado.
- ¿Carne en mal estado? ¿Y quién se la dio?
- Nadie... picoteó a uno de los caballos muertos.
- ¿Caballos muertos? ¿Pero qué caballos muertos, Arnaldo?
- Aquellos purasangre que tenía el señor... murieron de tanto cargar agua.
- ¿Qué? ¿Y qué hacían cargando agua?
- Para apagar el incendio.
- ¿Pero qué incendio?!
- De su casa. Una vela prendió fuego a una cortina y se extendió rápidamente.
- ¿Pero cómo? La casa tiene luz eléctrica! ¿Qué vela era esa?
- Del velatorio.
- ¿Pero qué velatorio??!!!
- De su madre, que apareció de repente y le di un golpe pensando que era un ladrón.
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